La iniciativa fue impulsada por 173 vecinas y vecinos bahienses que constituyeron la Sociedad Cooperativa Limitada (Molinera, Panadera y Anexos), el 31 de octubre de 1920. Su principal finalidad fue producir pan, distribuirlo entre asociadas y asociados sin ánimo de lucro y a un precio justo.
Bahía Blanca contaba con 50 mil habitantes, casi la mitad de la población provenía de la inmigración. La ciudad sufría las consecuencias de la Primera Guerra Mundial que afectaron negativamente su economía, situación que, unida a la crisis del agro regional, determinó que se viera frenado el sostenido crecimiento que se había dado a partir de la llegada del ferrocarril en 1884.
Precisamente, en los talleres ferroviarios, Juan Apella, inmigrante italiano y capataz de ferrocarril, impulsado por sus ideales y a la luz de lo que implicó la creación de El Hogar Obrero en 1905, soñaba con la constitución de una cooperativa en la ciudad.
Un acuerdo de los industriales panaderos bahienses sobre el precio del pan hizo que este vital producto insumiera una parte considerable del ingreso familiar, lo que llevó a que Juan Apella, con la inestimable colaboración de Víctor Roque Maronna -un joven albañil de 23 años y novio de una de sus hijas- lanzara la idea de crear una cooperativa para fabricar pan. La iniciativa encontró eco favorable entre los trabajadores de los talleres ferroviarios de Bahía Blanca Noroeste.
En la tarde del domingo 31 de octubre de 1920, ciento setenta y tres vecinos bahienses, en su gran mayoría trabajadores ferroviarios, quienes habían abonado $1 como cuota de ingreso para ser considerados socios fundadores, se reunieron en asamblea en la sede del Centro Israelita. Bajo la presidencia de Víctor R. Maronna resolvieron constituir la Sociedad Cooperativa Obrera Limitada (Molinera, Panadera y Anexos), prescindente de tendencias políticas y religiosas, con la finalidad de adquirir trigo, molerlo, panificarlo, elaborar sus derivados y distribuir la producción sin ánimo de lucro.
Poco después de la fundación se plantearía la disyuntiva entre construir un edificio propio o alquilar una panadería para iniciar las actividades cuanto antes. Tras arduos debates, la decisión de la asamblea del 16 de octubre de 1921 posibilitó la compra de un amplio terreno en la esquina de España y Santa Fe. Construido el edificio, al horno panadero se agregaron las maquinarias necesarias, destacándose la instalación de una amasadora y una sobadora.
Gracias al apoyo de la población, la Cooperativa Obrera sigue creciendo e incorpora, en 1928, un segundo horno, pasando de la combustión a leña a la utilización de petróleo. Sus clásicas jardineras de reparto se transformaron en una postal cotidiana en las calles de los diferentes barrios de Bahía Blanca y localidades vecinas.
La década del treinta constituyó una etapa de crecimiento, el almacén pasa a formar parte del proyecto y llega el tercer horno. En pos de mejorar la producción, incorporan la técnica de pan sin acidez, a base de levadura de cereales.
En 1942 la planta panificadora de la Cooperativa fue renovada, incorporando nuevos hornos, y convirtiéndose en uno de los establecimientos más modernos de la provincia de Buenos Aires.
También se inauguraron locales para la elaboración de fideos, masas de confitería y otros productos de repostería. Paralelamente, se incorporaron las innovadoras jardineras petisas, con ruedas de goma y su piso cerca del suelo.
El 1° de mayo de 1988, exactamente 66 años, tras una pausa de varios años, la entidad reanudó su actividad original en una moderna planta instalada en la esquina de Rondeau y 9 de Julio. El pan cooperativo, de excelente calidad, se distribuyó un 25 % más barato que el precio de plaza y, como en 1922, la entidad volvió a fijar un precio testigo para el producto.
En septiembre de 2001, fruto de su vinculación con el Programa de Prevención del Infarto de la Universidad Nacional de La Plata, la Cooperativa se convirtió en noticia al elaborar el primer pan de la Argentina con omega 3, 6 y 9 y libre de grasas trans, sin modificar el precio del producto. Cinco años después se le agregó fitoesteroles, reforzando su carácter saludable al reducir la absorción de colesterol. Lejos de ser una estrategia comercial, se trató de una acción sanitaria en beneficio de la población y absolutamente alineada a los objetivos de los fundadores de la institución.
Fuente: Prensa Cooperativa Obrera.
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