La Cooperativa de Trabajo Bechamel Ltda. realiza un trabajo autogestivo en el barrio porteño de La Boca, a partir de la producción de alfajores, remeras y bolsas de cartón serigrafiadas, llaveros y muchas cosas más.
La presidenta de la entidad, Cristina Mangravide, contó: “Nuestra fábrica de alfajores surgió como la remake de lo que iniciamos durante la crisis social y económica del 2001, cuando fundamos la cooperativa Los Pibes del Playón, la creamos junto a las madres de los chicos y adolescentes que venían a un merendero que tenía mi casa del barrio de La Boca”.
Hoy por hoy, la Cooperativa Bechamel está ubicada entre Caminito y el Estadio de Boca Juniors, en la calle Iberlucea 938: “Esperamos a todos los que deseen visitarnos para apoyar este trabajo autogestivo que hacemos para el bien común y el desarrollo hacia adentro de nuestra propia comunidad”, invitó y alentó la presidenta. Porque está comprobado que “cuando la gente tiene disponibilidad económica compra en los negocios de la zona y eso sirve para que mejoremos todos juntos”, agregó en relación a la reciprocidad social y la solidaridad mecánica del sector.
“En ese tiempo, cuando pasó todo esto yo me sentía muy mal, pero recibí el apoyo de distintos espacios de la política, que me ayudaron para que vuelva a proyectar y siga luchando”, recordó la mujer de 73 años. Esta historia culminó con la creación de la Cooperativa Bechamel que hoy preside, que cuenta con catorce integrantes.
Al ubicarse en un consagrado lugar turístico, tomaron la decisión de elaborar un producto que sea representativo, y que se consuma en el lugar y como obsequio: “Trabajamos mucho para que algún día nuestra cooperativa sea como las pequeñas fábricas de alfajores que están en distintas partes de la Costa Atlántica, en las que se puede ver -a través de los ventanales vidriados- el proceso de fabricación”, anheló la presidenta. Además, sostuvo que nadie puede resistirse “a comprar una caja de alfajores después de haber visto toda la elaboración con el chocolate y el dulce de leche”.
A través de su trabajo, las y los trabajadores introducen la cultura del trabajo en las personas porque “sabemos que el cooperativismo es una gran herramienta para incluir a los jóvenes que no tiene oportunidades de empleo”, aseveró Cristina. Por eso también brindan capacitaciones y talleres de oficio, de forma gratuita, con el objetivo de generar fuentes laborales genuinas.
Asimismo, la empresa social cuenta con un mate mar en el que ofrecen a las y los visitantes la posibilidad de que conozcan el mate y otras costumbres argentinas. Esto también lo hacen para poder “sostenernos nosotros y al espacio, porque todavía no logramos vivir solo de la venta de los alfajores, nos falta mucho para eso, pero estamos convencidos de que lo podemos lograr”, explicó sobre el trabajo colectivo que hacen y sostienen en el tiempo para generar valor.
“Llevamos años intentando llegar a tener un ingreso decente, todavía no lo pudimos lograr porque hay muchas trabas y requisitos que lo impiden”, señaló la presidenta. Estas complejidades que menciona son propias del sector, “las tenemos todas las cooperativas porque nos sostenemos con nuestro propio esfuerzo, generamos todo de la nada, no tenemos un capital detrás y eso dificulta el desarrollo”.
Como grupo organizado no se quedan de brazos cruzados; “Tenemos un local instalado y abierto donde también ofrecemos pizza y empanadas los días que hay partido en La Bombonera, trabajamos con las personas que vienen a la cancha”, remarcó Cristina. También comercializan por las redes sociales, participan en ferias, se encargan de llegar a diversos espacios de la economía social, y ofrecen servicio de cáterin.
“En este momento somos diez socios y cuatro adherentes que están viendo si verdaderamente les gusta, si les interesa y se adaptan a este proyecto cooperativo”, enumeró la presidenta. Aseguró que tienen muchos “emprendimientos para poner en marcha y objetivos por alcanzar, porque debajo del paraguas de los alfajores podemos vender otros productos que tengan nuestra marca”.
“Nuestra marca pionera era el Porteñito, lo inscribimos en el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI) y nos hizo posición el Grupo Multinacional Argentino Arcor, porque ellos tienen las galletitas Porteñitas”, reconstruyó la mujer. Por eso le tuvieron que cambiar el nombre y “ahora es Boquita Dulce”.
“En la actualidad estamos esperando que nos ayuden de distintos lados, como ser, desde el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), para que podamos habilitar nuevos productos, mejorar los envases, poner en el envoltorio el valor nutricional”, ahondó Cristina. Apuntó que pretende realizar “todos los pasos correspondientes, con el fin de elaborar distintos productos para poder comercializar en kioscos, supermercados y hasta llegar a exportarlos”.
Fuente: Jesús Cabral para Tiempo Argentino.
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