La alegría con la que Patricia Cruz habla de su trabajo diario es contagiosa: “No nací entre flores. La vida me llevó a producir flores. Acá en Maimará es algo tradicional, es un polo productivo de verduras y flores. Y yo me enamoré de los claveles, del perfume de ellos”, destacó la floricultora jujeña en una entrevista periodística.
Integra la Cooperativa de Trabajo Maimará Verde Ltda. junto a otros 24 socios. El catálogo que ofrecen está integrado por margaritas, gladiolos, siempre verde, crisantemos, dalias, caspias, y muchas otras, que se intercalan para tener una oferta constante al público.
El principal destino de estas flores son los mercados del norte argentino, siendo los meses claves de venta marzo y abril, cuando termina la producción de La Plata y Perico. La Cooperativa también envía flores a Buenos Aires en esos meses, lo que funciona como un ahorro para el invierno: “Nos sirve para arrancar de nuevo el próximo año. Nos ponemos firmes y nos abastecemos de todos los insumos para la producción. Compramos agroquímicos y abonos naturales”, contó la cooperativista.
El rol de la Cooperativa es clave en eso, ya que es la forma que los pequeños productores tienen para ofrecer volumen y variedad, con precios acordes para asegurar su subsistencia: “Nosotros comenzamos cuando todavía no había celular, entonces yo tenía que ir en bicicleta o en colectivo a ver a otro productor para ponernos de acuerdo y no vender a bajo precio. Y el intermediario siempre se está abusando de esa ignorancia nuestra. De esta forma nos organizamos en cooperativas, para poder también vender en blanco”, indicó la productora.
La Cooperativa sirvió también para acompañar a los floricultores en uno de los momentos más difíciles de la actividad, como lo fue la pandemia. Durante esos meses en que los eventos sociales fueron cancelados, las flores no tenían destino: “Fue la peor época para nosotros. Aquí vendemos incluso muchas flores para los difuntos y ni siquiera podíamos hacer eso. Por eso cuando fue el boom salimos a regalar”, recordó la jujeña.
Y así como la actividad está dominada por pequeños productores, también tiene mucha presencia de mujeres, a quienes se las considera más “sutiles” para cosechar y cuidar los arbustos: “Mi marido me decía que yo tenía mano de florera. Se les dice eso a las mujeres porque tenemos el cuidado apropiado para las flores. Yo creo que por eso es que las mujeres nos dedicamos más a esto. Se cosecha tallo por tallo. No es como con la lechuga que la arrancás. Si haces eso con las flores te morís de hambre. Uno tiene que ver el punto exacto cuando está la flor y sacarla”, explicó.
Fuente: Bichos de Campo.
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