En un pequeño pueblo rural de San Juan surgió una iniciativa que aporta una solución a las pequeñas producciones de tomate de la región.

Cuando el aislamiento producido por la crisis sanitaria a partir de la pandemia por Covid-19 paralizaba la producción y el desarrollo, la Cooperativa de Trabajo Boca de Tigre Limitada intensificó su organización.

Lidia Furlani, una de las fundadoras, contó: “La matrícula en el Instituto Nacional de la Economía Social (Inaes) salió el 21 de mayo de 2020, en plena pandemia, en un momento en el que toda la sociedad se preguntaba sobre lo que comía y cómo lo hacía”.

Estas discusiones que menciona Lidia, fueron fundamentales para pensar este emprendimiento con una fuerte impronta agroecológica: “Nuestra fundación no ha estado exenta de discusiones. Los varones, por ser obreros rurales acostumbrados a trabajar en producciones grandes donde se aplican agroquímicos, querían hacerlo de esa manera. Pero finalmente los compañeros cayeron en la cuenta: hoy es muy satisfactorio escucharlos hablar de bioinsumos.”.

En la Cooperativa Boca del Tigre, cada asociado y asociada trabaja su propia tierra en lo que se llaman “siembra traspatio”. Esto hace referencia a que, detrás de sus casas tienen una, dos y hasta cinco hectáreas con plantaciones de tomates. De esta manera, les permite tener una cercanía entre el hogar y el trabajo.

Otro integrante de la Cooperativa, César González, en torno a los mitos de la producción agroecológica y desafíos que enfrentaron a los comienzos, expresó: “Este sistema de producción es mucho más económico y saludable, no solo para nosotros que consumimos estos productos, sino para el ambiente. Te demuestra, además, que no hace falta tener grandes máquinas para producir. Con tierra y voluntad la naturaleza hace lo demás”.

El rol de las mujeres en la promoción de la agroecología

Al momento de pensar la producción sin el uso de agroquímicos o venenos, las mujeres de la cooperativa tuvieron un rol clave. En este sentido, Lidia contó algunas diferencias que observan a partir de su experiencia: “Las mujeres estamos más acostumbradas a la producción traspatio. No tenemos acceso a agroquímicos, no lo tenemos incorporado. En cambio, los compañeros, que son empleados como obreros rurales, sí tienen acceso y experiencia con esos insumos. Nosotras ponemos aromáticas, flores para repeler a ciertos bichos.”.

Ante el desafío de reemplazar los agroquímicos, apareció una solución, los bioinsumos. En este punto, integrarse a la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), aseguran, les brindó respaldo y capacitaciones. Por eso, Lidia resaltó este vínculo y su importancia: “Una cooperativa de corte agroecológico sola en San Juan desaparecería, sin eso, el proceso hubiese sido mucho más lento.

Por su parte, César completó esta idea: “La UTT nos da más fuerza para avanzar, incorporar nuevos conocimientos, nos ayuda en los modos de organización. Estar vinculados es importante porque sentimos que no estamos solos en este estilo de vida. Porque la agroecología, más que un sistema o modelo de producción, creo que es un estilo de vida”.

Fuente: Unión de trabajadores de la Tierra.