La Cooperativa de Trabajo Programa Espuma Ltda. elabora jabones y detergentes biodegradables a partir del reciclado de aceite de cocina usado. Su objetivo central es generar trabajo digno e integración social para comunidades excluidas a través de una estructura cooperativa.

“Sacamos de circulación el aceite de cocina usado, generamos capacitaciones y jabonerías sociales en barrios”, explicó uno de sus integrantes, Nicolás Biolatto. El proyecto nació de una iniciativa autogestiva que, con el tiempo, adoptó la figura legal cooperativa.

Esta elección no fue casual. “No queríamos ser una ONG y encontramos en el cooperativismo la estructura ideal”, afirmó Biolatto. Destacó que este modelo les permite ser democráticos, incorporar más trabajadores y tener autonomía económica con capacidad de facturar.

Hoy, la Ccooperativa está integrada por dieciséis personas. “El trabajo es intenso, pero hacemos lo que nos gusta: cuidar el ambiente y generar trabajo digno”, comentó otra socia, Carolina Gauna. El esfuerzo cotidiano tiene un fuerte componente de compromiso con la propuesta.

El circuito comienza con la recolección de aceite en comedores y puntos de acopio. “La gente puede llevar su botellita de plástico con tapa rosca y dejar el aceite”, detalló la trabajadora. Aceptan cualquier tipo, sin condiciones, para evitar su impacto contaminante en el agua.

Luego realizan un tratamiento “muy arduo” del material recibido. “Se filtra, se enjuaga, se desodoriza”, enumeró. El proceso varía según el origen del aceite, siendo más complejo cuando proviene de rotiserías y está muy oscuro.

Los productos finales -jabón de manos, detergente sólido y líquido- tienen respaldo científico de análisis realizados por Conicet-Universidad Nacional de Rosario. Se comercializan y se convierten en bienes de intercambio que fortalecen la autonomía económica de sus fabricantes.

La dimensión ambiental es inseparable de la social para la cooperativa. “No puede haber un ambiente sano si no cambiamos la forma en que nos relacionamos”, reflexionó Biolatto. Para él, el cooperativismo propone volver a vínculos más humanos y comunitarios.

“Cuidar el ambiente implica construir comunidad. No es solo reciclar, es pensar un modelo distinto de progreso”, agregó. Esta filosofía se materializa en una red nacional de jabonerías sociales que extiende el modelo.

“Recorremos pueblos donde armamos jabonerías sociales, capacitamos en escuelas”, contó el cooperativista. El trabajo se realiza mediante alianzas con otras cooperativas grandes, llegando ya a 46 localidades en 11 provincias del país.

Cada unidad productiva se integra a la red, usa la marca y la fórmula de Programa Espuma. La idea es “evitar cadenas largas y fortalecer la economía de cada comunidad”, explicó. Así, generan ingresos locales y resuelven un problema ambiental.

La capacitación de jóvenes es otra actividad clave. “Hoy estamos desarrollando nuevas instancias de formación”, señaló Biolatto. Instruyen a personas como jaboneros, y muchos luego se incorporan a la cooperativa, especialmente jóvenes y mujeres.

El Estado es un aliado en este desarrollo. Trabajan conjuntamente en capacitaciones, “especialmente con jóvenes en contextos vulnerables”, indicó. También colaboran con áreas de cooperativismo que confían en su trabajo.

Sin embargo, el programa mantiene su independencia. Funciona como una herramienta de gestión colectiva que prioriza el trabajo como eje central. La comercialización de sus productos asegura la sostenibilidad del proyecto.

Fuente: Periódico Pausa.