La Cooperativa de Trabajo Agroindustrial Agropecuaria Paraná Ltda. surgió en 2020, cuando un grupo de conocidos empezó a analizar de qué manera podían dedicarse al cannabis medicinal dentro de los márgenes legales.

La sanción de la ley nacional y el crecimiento del interés social por alternativas terapéuticas empujaron a los jóvenes productores a optar por el cooperativismo como herramienta organizativa. “No es fácil crear una Cooperativa. Presentas papeles, te los devuelven, corregís. Así estuvimos hasta que finalmente nos dieron la matrícula”, recordó el presidente de la entidad, Alan Godoy.

El proyecto tomó forma definitiva a fines de 2022, y durante el año siguiente lograron obtener la categoría del INASE para iniciar trabajos de fitomejoramiento. Aquella primera etapa incluyó un cultivo extensivo de alrededor de 60 plantas y la obtención de autorizaciones para avanzar con análisis y mejoramiento. Pero sobre el cierre de 2023 el cambio de gobierno modificó las reglas de juego: la disolución de la agencia Ariccame dejó al sector sin un organismo habilitado para emitir nuevas autorizaciones, obligando a las Cooperativas a detener sus procesos productivos.

“Hoy estamos en standby, esperando saber si va a seguir la agencia reguladora o si todo volverá al INASE (Instituto Nacional de la Semilla). Por ahora no podemos avanzar”, explicó Godoy. Mientras tanto, trabajan junto a asociaciones civiles, clubes de cultivo y organizaciones de reducción de daños para impulsar la reglamentación de la Ley 894 en Entre Ríos.

Si bien la provincia cuenta con su propia normativa de acceso, nunca fue implementada porque se había adherido directamente a la ley nacional. La expectativa está puesta en que la reforma provincial ingrese al tratamiento legislativo y permita retomar las actividades de cannabis medicinal a partir del año próximo.

La Cooperativa también mantiene viva su pata agroecológica. En una hectárea cedida en comodato, producen variedades hortícolas sin uso de agroquímicos, destinadas mayormente al consumo interno de los asociados. “Hay mucha gente que quiere comer sano, pero no podemos ponerles un precio por encima del de una verdulería convencional. Entonces lo usamos para abastecernos nosotros y cuando hay excedentes armamos bolsones para cubrir gastos básicos como luz o impuestos”.

Durante los meses de actividad plena lograron elaborar aceites y ungüentos medicinales, que posteriormente enviaron a análisis de cromatografía en el Conicet Santa Fe para determinar la composición de cannabinoides y garantizar que no hubiera residuos de solventes. Trabajaron con genéticas como OG KUSH -alta en THC y con buenos resultados para dolores crónicos- y con variedades de CBD como Amnesia, que mostraron un impacto positivo una vez formulados los aceites.

Esa búsqueda de calidad y seguridad generó interés en distintos puntos del país. La Cooperativa recibió visitas de organizaciones y usuarios terapéuticos que valoraron la producción bajo métodos controlados y trazables, en un contexto donde conseguir aceite testeado sigue siendo un desafío para muchas familias.

A pesar de las dificultades, el grupo mantiene el espíritu con el que nació: apostar a la producción legal, agroecológica y comunitaria. Con la actividad cannábica a la espera de definiciones regulatorias, los proyectos para el cierre de 2025 y el inicio de 2026 siguen enfocados en fortalecer la articulación con organizaciones civiles y sostener la producción hortícola. “Estamos esperanzados en que se pueda seguir elaborando. Por ahora, seguimos trabajando y esperando que la ley provincial avance”, concluyó.

Fuente: Elaboración propia a partir de entrevista realizada en Radio Nacional Viedma (Viedma, Río Negro).

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