Los cambios en el mundo del trabajo en lo que va del siglo XXI son tan profundos que el Estado no llegó todavía a crear las instituciones capaces de interpretarlos, apunta Alex Roig (AR), economista, antropólogo, historiador, doctorado en Ciencias Políticas y, desde febrero de 2021, titular del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES), entrevistado por Matías Ferrari (MF) para la publicación Diagonales.
“En un punto siento que estamos en una época parecida a los inicios del capitalismo industrial, cuando no estaba claro cuánto valía el trabajo de un obrero y cuánto se debía pagarle. O, desde otro punto de vista, en algo así como la antesala al momento en que un tal Juan Domingo Perón crea la Secretaría de Trabajo. En ambos casos había un nuevo sujeto y una nueva realidad social que requería de nuevas instituciones”, explica.
Esa transformación necesaria, dice, tiene un protagonista excluyente -los trabajadores y las trabajadoras de la Economía Popular-, pero necesita todavía de una cuota de “creatividad política” para concretarse. “El modelo de acumulación financiera dejó a millones afuera y la realidad del trabajo cambió, pero seguimos funcionando y pensando con las instituciones de hace 40 años”, agrega.
Roig nació en Montpellier, Francia. Llegó al país con 25 años, en pleno 2001, luego de obtener un máster en Estudios del Desarrollo en Ginebra y con la idea de escribir una tesis sobre la crisis argentina. Decidió que éste era su lugar en el mundo cuando entró en contacto con los cartoneros organizados en la Cooperativa de Trabajo Bella Flor Limitada, en José León Suárez. Se lo suele presentar como “el sociólogo francés del Movimiento Evita” y construyó un sistema de ideas que colisiona con el discurso dominante sobre los “trabajadores pobres”, los “planes sociales” y otros términos que prefiere entrecomillar, porque no los considera válidos.
“Siento que perdemos mucho tiempo en discusiones marginales que están muy lejos del desafío de esta época, que pasa fundamentalmente por determinar el valor de trabajo”, subraya el presidente de INAES.
(Matías Ferrari): Patricia Bullrich aseguró que planea “eliminar los planes sociales en seis meses”. En el caso supuesto de que la presidenta del Pro u otro dirigente llegue al poder con esa idea. ¿Es posible concretarla o lo que se busca es hacer campaña estigmatizando a quienes los cobran?
(Alexandre Roig) Lamentablemente se estructuró un debate en la Argentina que pone en el centro de la discusión un tema que, finalmente, es marginal. Porque básicamente ahora mismo tenés un millón doscientos mil beneficiarios, pero durante la pandemia hubo once millones de personas que solicitaron el IFE. Deberíamos primero que nada estar discutiendo qué sucede con esas nueve millones de personas que quedan en el medio. Claramente ese tipo de afirmaciones parten de un error de diagnóstico, para empezar, sacando del medio la malicia con que se las dice. Luego, ese universo que recibe el Potenciar Trabajo, lo hace en función de una ley, votada en el Congreso por unanimidad en 2016. O sea, el dispositivo actual es fruto de un proceso que terminaron votando aquellos que hoy lo critican.
Según mi punto de vista fue fruto de un proceso socio-histórico, porque esa ley (de Emergencia Social) buscaba mejorar los ingresos de los que trabajan y cuyo trabajo no está lo suficientemente valorizado. Si seguimos ese razonamiento tendremos un agravamiento del problema, no una solución. Y nos perdemos de discutir lo que realmente importa, que es definir cuánto vale el trabajo en Argentina hoy: el trabajo de la Economía Popular, el trabajo en relación de dependencia. Y, además, qué hacemos con esos nueve millones de trabajadores a los que hacía referencia.
“El dispositivo actual de los planes sociales es
fruto de un proceso que terminaron votando aquellos que hoy lo critican”.
(MF) Algunos institutos ligados al sector empresario, como Idesa, plantean abiertamente que los planes “compiten” con las vacantes en el sector privado. Muchas veces es la base de ideas detrás de los planteos como los de Bullrich. ¿Cree que tienen algún asidero?
(AR) Si decimos que el diez por ciento de la informalidad que recibe el Potenciar Trabajo presiona sobre los salarios formales no entendimos nada de la estructura laboral. No está ahí el problema. En todo caso el problema es que pasamos de tener uno de los salarios mínimos más altos de América Latina en dólares a uno de los más bajos en unos pocos años. Hubo un gran proceso de devaluación del valor del trabajo, que se tradujo en el problema muy actual de pérdida del poder adquisitivo.
“Pasamos de tener uno de los salarios mínimos más altos de
América Latina en dólares a uno de los más bajos en unos pocos años”
(MF) ¿Ese no es precisamente el debate más intenso al menos este año al interior del Gobierno en materia económica, la redistribución?
(AR) Claro. Cada uno podrá responsabilizar a quien quiera por ese estado de situación. Pero una crisis distributiva no se resuelve con una distribución fiscal. Se pasa del diagnóstico a la propuesta demasiado rápido, a veces. No alcanza con sacarle a los que más tienen para darle a los que no a través de un mecanismo fiscal. Argentina es un país de presión fiscal promedio, ni baja ni alta. No es por ahí.
Y no tiene que ver con la inflación únicamente, que obviamente agrega inestabilidad, pero la realidad es que el poder adquisitivo del salario es muy bajo por las políticas del gobierno anterior y hoy tenemos que encontrar una respuesta a esto, sin gastar tiempo en quien tiene la culpa, sino mirando para adelante y en profundidad. Es un problema de las instituciones.
(MF) A partir de la llegada de varios militantes de los movimientos sociales al Gobierno se avanzó en el reconocimiento estatal de la Economía Popular. ¿Qué falta para, ahora, terminar de “valorizar” el trabajo del sector, como usted dice?
-Estamos en una situación parecida a los inicios del capitalismo industrial, donde tampoco estaba claro cuánto valía el trabajo de un obrero. ¿Cuál fue el proceso del mundo occidental para establecer el valor del trabajo? Primero reconociendo al obrero como sujeto político. En el caso de la Economía Popular, necesitamos el reconocimiento de los trabajadores de la Economía Popular como sujeto político, que se articula con el mundo del trabajo en su conjunto, pero se asume que el mundo del trabajo no es homogéneo. Eso se logró con el Renatep, pero falta.
El trabajo es una relación social, en la que hay dos partes. En el caso de la EP hay alguien que se beneficia con el trabajo y alguien que tiene un trabajo no suficientemente valorizado. Estoy hablando de las trabajadoras sociocomunitarias, por ejemplo, de cuyo trabajo se beneficia la comunidad en su conjunto y su trabajo no es lo suficientemente valorado en términos de salario. ¿Cómo se resolvió eso en los albores del trabajo industrial? Se hicieron convenios colectivos. Se hacen acuerdos y se asume la relación social. Otro ejemplo son los trabajadores del reciclado. En promedio, el 25% de los presupuestos municipales se van en la recolección de basura, y los recicladores logran ahorrar un 12%. Hay alguien que se beneficia de ese trabajo, es cuantificable. Hay que entonces institucionalizar y reconocer ese beneficio que es del común de la sociedad. Es un proceso instituyente parecido al proceso de inicios del proceso industrial, pero en el capitalismo financiero, que es nuestra realidad.
“Necesitamos el reconocimiento de los trabajadores
de la Economía Popular como sujeto político”.
(MF) ¿Esa institución sería un Ministerio de Economía Popular?
-Lo que tiene un ministerio es que refuerza más el reconocimiento. El Estado tiene que representar el estado de lo social. No había ministerio del trabajo hasta que no se institucionalizó el mundo del trabajo y un tal Juan Domingo Perón creó una Secretaría del Trabajo. Para eso se requiere cierta cuota de creatividad política. Mi punto de vista es que ese proceso de todos modos va a ocurrir. A corto plazo, a mediano plazo se va a dar.
(MF) ¿Incluso si el Frente de Todos sale del gobierno?
-La concreción depende mucho de un conjunto de variables que se nos escapan. Si vienen sectores que tienen poca capacidad de análisis histórico, no va a ocurrir. Pero volviendo a lo anterior, el proceso no se agota en el ministerio. Es un medio dentro de toda una trama institucional. Muchas veces no hay conciencia de este proceso.Los procesos de concientización llevan mucho tiempo
(MF) Le pregunto porque JxC planteó una plataforma en materia social “sin “intermediarios”, en obvia alusión a sacar del medio a las organizaciones sociales.
-Todos los dirigentes que plantean eso deberían llamarlo a Macron cómo le fue con los chalecos amarillos despues de haber quitado todas las mediaciones sociales. La idea de gobernar sin mediación social es la mejor forma de desorganizar la sociedad y de que toda la violencia social se exprese inmediatamente. ¿Por qué tomo el ejemplo de Macron? Porque cuando no le encontraba la vuelta al conflicto pidió juntarse con representantes de los chalecos amarillos y le contestaron que no tenían. Osea que las organizaciones son herramientas de transformación social porque elevan las demandas sociales, pero a su vez es una herramienta para cualquier gobierno.
Si los gobernantes piensan que la historia se ha terminado, que no hay más conflictos grandes que requieran mediaciones, les deseo mucha suerte para gobernar en las próximas décadas.
“La idea de gobernar sin mediación social es la mejor forma de desorganizar
la sociedad y de que toda la violencia social se exprese inmediatamente”.
(MF) Siguiendo el hilo, puede decirse que al interior del Frente de Todos tampoco hay unanimidad sobre la Economía Popular. El término, sin ir más lejos, no forma parte del plan “Argentina Productiva 2030”.
-Éste es otro punto. Como decía antes, los procesos de concientización llevan su tiempo. Pero nosotros pensamos que expresamos un proceso histórico. Cuando las organizaciones pasan a incorporar la “T” en su identidad y a llamarse “Movimientos de Trabajadores Desocupados” se inició un proceso de transformación subjetiva muy poderoso y disruptivo, que establece una ruptura en la idea tradicional de que trabajo y empleo son lo mismo, y se comprobó que no lo eran. Trabajar es más amplio que estar empleado. El empleo es una forma específica de trabajo que se corresponde cada vez menos con la experiencia de los trabajadores. Para graficar la idea: hay unos 400 mil jóvenes menores de 25 años en el Sipa, que mide los salarios en blanco, pero hay unos 800 mil en el ReNaTep, el doble.
Hoy estadisticamente es mas probable que la experiencia de la juventud sea la Economía Popular que la de un trabajador en relación de dependencia, incluso la juventud de los sectores medios. Están desprotegidos, más cerca de la precariedad, la inestabilidad, la ausencia de instituciones que entiendan su realidad. Ésa es la experiencia hoy de la mayoría de los trabajadores bajo el capitalismo financiero.
(MF) ¿Por qué hasta ahora no funcionó, al menos en la magnitud que se esperaba, el objetivo anunciado por el Gobierno de “convertir los planes en trabajo”?
(AR) La capacidad del sector privado para generar empleo hoy es limitada, como dije. No es para echarle la culpa, pero su capacidad de generar empleo son 200 mil puestos de trabajo por año en el mejor escenario hoy, pero tenemos que se incorporan en promedio 270 mil nuevos argentinos en condiciones de trabajar si se hace un cálculo a ojo en función del crecimiento vegetativo que dió el último censo de población. Tenemos que tener la creatividad suficiente para llegar a esos que quedan afuera. Estamos dando ese debate, permanentemente.
“Tenemos que tener la creatividad suficiente
para llegar a esos que quedan afuera”.
(MF) ¿Está de acuerdo con la idea del Salario Universal?
-Es una iniciativa que apunta a sacar lo mas rápidamente posible la mayor cantidad posible de personas de la indigencia. Pero no es incompatible con nuestro planteo. Los compañeros que lo proponen están de acuerdo con que hay que seguir discutiendo el valor del trabajo. Son planos históricos diferentes. Hay una emergencia, está claro, y el Salario Universal apunta a levantar el piso del poder adquisitivo, pero eso no tiene que estar en contra de crear instituciones que valoricen el trabajo. El propio trabajo que hizo el MTE en capital con los cartoneros es una claro ejemplo de valorización del trabajo, que estaba socialmente estigmatizado y hoy no solo está naturalizado sino que se valorizó positivamente. Y esa valoración positiva social se tradujo en lo salarial. Eso es institucionalizar.
(MF) Durante una marcha piquetera de estas semanas, un joven que sostenía una bandera de la izquierda dijo a un móvil de TV que votaría a Milei. ¿Cómo ve ese fenómeno?
(AR) No me sorprende. Me parece que justamente cuando hay un enojo social no están las instituciones para canalizar sublimar procesar regular esa situación, la emoción que se tiene es la del enojo. Y hay varios ejemplos históricos de que eso existió y que tiene potencia electoral, así que no hay que subestimarlo.
Está claro que por definición miente, que lo que propone es inviable y que no hay detrás de él una adhesión programática, sino, como dije, enojo. El enojo es la emoción primitiva frente a la desigualdad, es comprensible. Y Milei es un cuerpo enojado. La realidad de muchos es enojosa, y frente a eso hay impotencia, porque las instituciones no funcionan. Por eso nosotros tenemos propuestas instituyentes.
Fuente: Diagonales.
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