Revalorizan el trabajo de tejedoras e hilanderas
Se organizaron a través del vasto territorio patagónico para generar oportunidades de capacitación y formación en oficios ancestrales.
Revalorizan el trabajo de tejedoras e hilanderas
Categoría: Chubut

La Cooperativa de Trabajo Tejedoras de Puerto Madryn Ltda. surgió en 2022, de la mano de la profesora de inglés Raquel Guterman. Con el objetivo de crear prendas con lana de las ovejas y con una impronta de compromiso social con su gente más desamparada y con el cuidado de su ambiente.

De esta manera, también generan trabajo al comprarles la lana a mujeres nativas que residen en lugares recónditos, en el centro de su provincia, criando sus ovejas, esquilando su lana e hilando, al tiempo que deben hacer de amas de casa, de esposas y criar a sus hijos. 

A través de “el camino de la lana” han sabido desarrollar prendas útiles y bellas a la vez, en armonía con su paisaje, logrando un emprendimiento con gran futuro, al presentar productos que ya son de preferencia de los turistas para llevárselos como símbolo de su cultura e identidad. Y lo hacen con su marca Albor Patagonia.

En marzo de 2022, Guterman se inscribió en el programa Emprendiendo tu futuro, organizado por la Fundación Conciencia. Allí le sugirieron organizar una cooperativa de tejedoras, ya que, paradójicamente, viviendo en una provincia de ovejas, tenían que comprar en Buenos Aires la lana procesada para tejer.

“Al final de la capacitación me entregaron 40 mil pesos como ‘capital semilla’, que aprovechamos para crear una cooperativa textil y para comprar lana. Le pusimos por nombre, porque albor significa origen. Así también resultó ser la marca de nuestros tejidos y así se nos ubica en las redes sociales”, indicó. 

Unir puntos

“Yo juntaba plata con mis clases de inglés, para comprar lana, todo a pulmón”, continuó Guterman: “A medida que buscábamos dónde conseguir lana, íbamos aprendiendo mucho del tema, contactando a personas con campo y ovejas, que exportaba la lana cruda, y en muchos casos, sucia, sin agregarle valor. Hasta esa instancia, todos los pasos fueron desalentadores. Pero después, nos fuimos enterando de grupos de mujeres hilanderas, ubicadas en el interior de la provincia, que nos podrían vender lanas listas para tejer”. 

Con la posibilidad de asistir a la fiesta por el aniversario de los cien años de la comunidad Yalalaubad, entraron en contacto con Mabel Huintelaf, del grupo de hilanderas Zomo Fuufe: “Tomamos conciencia de la enorme cantidad de vericuetos que deberíamos atravesar para lograr dar con la lana. Pero les dijimos que no les íbamos a regatear sus precios, y al pagarles lo que ellas pedían, sus rostros cambiaron por completo. Quedaron tan felices que nos contactaron con dos comunidades más, Chacay Oeste y Gan Gan. Entonces en ese mismo viaje aprovechamos para visitar a las tres comunidades”. 

Continúa la docente: “Al regresar a casa, la municipalidad de Puerto Madryn nos encargó 50 gorros para los periodistas que vendrían a la apertura de la temporada del avistamiento de ballenas. Con esa plata que cobramos por la venta, compramos más lana a las tres comunidades. Las mujeres de Chacay Oeste no se podían juntar a hilar, a causa del frío que hacía. Es que les habían cortado el gas por haber resistido a la minera que pretendió instalarse”. 

Transmitir cultura

La referente explicó que hay varios modos de hilar: algunas comunidades hilan la lana sucia, como viene de la oveja. Siempre lo hacen a huso, no a rueca, y al estar sucia, es más difícil de manejarla, porque mantiene toda la grasa del animal. Pero si bien conviene lavarla, no es sencillo hacerlo. Al lavarla de modo artesanal, no queda como las lanas lavadas y procesadas de modo industrial, que hasta sale perfumada. Las mujeres de las comunidades no tienen tiempo de hilar la lana sucia. A rueca es más fácil, y cuando está limpia, todo es más fácil”. 

En esa línea, siguó: “En el pueblo rural de Gan Gan abundan los guanacos, y los mapuches originalmente hilaban con sus delicadas lanas, hasta que el español trajo la oveja, que es más dócil y domesticable. Además, es más corta que la lana de la oveja y rinde menos cantidad. Cuando estuvimos allí compramos mucha lana de oveja, pero al regresar teníamos muchas dudas de cómo aprovecharla. Para llenar un puesto de tejidos hacen falta muchas tejedoras, porque tejer lleva mucho tiempo. Tejer un chal, nos puede llevar veinte horas”. 

Actualmente son ocho mujeres que integran la Cooperativa. Cuatro de ellas tejen y se distribuyen la logística del emprendimiento, mientras que las demás se dedican únicamente al tejido.

Fuente: Bichos de Campo.

2024-10-09 17:18:29
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