La Cooperativa de Trabajo Cambá es una novedosa cooperativa de software que decide trabajar colaborativamente. Desde el aula y la virtualidad, la empresa planifica un crecimiento que dé batalla por un sistema de producción democrático.
“La cabeza piensa donde los pies pisan”, decía Paulo Freire. En Argentina, hay más de dos líneas de celular por habitante. En ese mismo suelo, desde diciembre de 2015 se vienen impulsando políticas que dejan de lado al cooperativismo y destruyen la industria.
En ese aquí y ahora, la Cooperativa de software Cambá se asoció a la Federación de Cooperativas Autogestionadas de Buenos Aires para otra Economía (Fedecaba) para aprender de las experiencias de las empresas recuperadas y autogestionadas que, aún en situaciones más adversas que las de los 25 asociados de Cambá, vivieron durante años generando otra economía.
“Pese a que nosotros ya sabíamos que este modelo nos afecta a todos como sociedad, el Encuentro Economía de los/as Trabajadores/as nos ayudó a ver cómo el tarifazo, por ejemplo, había puesto contra las cuerdas a muchas empresas recuperadas”, cuenta Neto Licursi, encargado del Departamento Educativo y la Gestión de Proyectos.
“A nivel negocios de la industria del software, hay posibilidades de trabajar. Podemos laburar para el exterior en nuestro sector, pero lo podemos hacer porque tuvimos los reflejos de juntarnos en un momento de repliegue. Muchas cooperativas tecnológicas ya no tienen actividad. Lo vemos en nuestro sector”, cuenta Jonathan Katz, presidente de Cambá.
Licursi completó el panorama explicando que cuando el presidente Mauricio Macri va a Davos a hablar y escuchar sobre la automatización del trabajo, elige llamar a corporaciones para hacer negocios en nuestro territorio. “En vez de mirar hacia adentro y aprovechar una industria incipiente en el mundo para desarrollarla y crear trabajo genuino y hasta autogestionado, con software libre, se junta con quienes venden licencias”, explica.
Idas y vueltas de a pie
Hablan de “nuestro territorio”, porque así lo conciben y lo trabajan, el territorio es de su comunidad. Ahí se relacionan con otras cooperativas por medio de las federaciones, y también con clubes barriales y centros culturales dando talleres, y hasta con la Universidad de Quilmes, donde muchos de los asociados se graduaron.
Katz agrega que también existe una restricción al conocimiento, que se complementa con el recorte de presupuesto en Educación y Ciencia y Tecnología. “Va a ser muy difícil competir con quienes te llevan años de ventaja en formación”, dice.
Sin embargo, se plantan en la disputa. Después de juntar a las dos cooperativas formaron Cambá -Crear y Banquito-, y aspiran a escalar. Desde entonces ya hay 15 asociados nuevos. Saben, además, que aun con 200 integrantes, van a ser pocos para competir, así que planifican, se organizan y avanzan.
Una vez por semana se forman en cuestiones técnicas. Otra vez, se forman en participación, a través de las reuniones ampliadas del Consejo de Administración. En el cotidiano, aunque no con menos importancia, se capacitan entre mate, almuerzo y charla con el compañero de al lado.
En ese sentido, compartir horario y espacio fue una decisión estratégica: como suponían y confirmaron, hacerlo levantó la calidad de sus productos. “Es un mito que se pueda hacer una aplicación de excelencia individualmente. MercadoLibre no surgió así: su dueño ya tenía el 30 por ciento de la energía de la Argentina en los 90. Nosotros nos necesitamos el uno al otro. Desarrollar software solos es imposible”, dice Jonathan.
Aquello de “La Unión hace la fuerza”
Cambá nació con un pie en la virtualidad y otro en la educación. En el Pueblo Cooperativo de Tecnópolis se conocieron Crear y Banquito, las dos empresas autogestionadas que conformaron esta cooperativa tecnológica. Ahí daban talleres para chicos y los formaban en software libre dejándolos practicar en el cyber cuyas computadoras usaban el sistema operativo Linux.
Desde entonces, crearon el Laboratorio de Tecnologías Creativas, en el que comparten conocimientos con niños y jóvenes. También capacitan a docentes para que apliquen las tics en las aulas de escuelas públicas o cooperativas.
Lo que nunca olvidan es que en la educación, como en el software libre, todos aprenden de todos y construyen conocimiento en conjunto, en pos de un bien común. Y son capaces de compararlo con la batalla por un modelo de país: “Un reciente estudio del economista Andrés Asiain y Pablo Vanini -sociólogo que trabaja en la Cooperativa de Trabajo Gcoop, que preside la Federación de Cooperativas de Trabajo de Tecnología, Innovación y Conocimiento Ltda. (Facttic)-, marca que se exportaron 1000 millones de dólares en 2017 y se importó por la misma cantidad. Eso, sin embargo, no significa un empate. Argentina exporta trabajo e importa licencias. Si hubiera sido un solo intercambio, el ejemplo sería así: un argentino hizo un software y después compró el permiso de uso de ese software. Es un ejemplo bruto para bajarlo a tierra. Lo que hacemos nosotros es no comprar licencia y no le hacemos comprar licencia a nuestros clientes. Si dejan de trabajar con nosotros, pueden buscar a alguien en su propio territorio y pedirle modificaciones”.
En todo este plan de crecimiento para Otra Economía, comparten una pregunta y un ensayo de respuesta: ¿Cuando seamos grandes, vamos a dejar de ser lo que somos? La respuesta: “Sí, pero nosotros mismos vamos a decidir qué seremos”.
Fuente: Prensa Fedecaba.
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